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Palabras Mayores RHe 2

Identitad, cultura y mestizaje

Joan M. Álvarez Valencia
Instituto Cervantes, Estocolmo.

Desde sus orígenes a mediados del XIX, el hispanismo ha actuado como la red de amantes, conocedores, investigadores y difusores de la compleja realidad de España y de Hispanoamérica unidos por un “objeto de deseo” que, como el elefante de la leyenda hindú, ha sido descrito casi siempre más desde la visión que desde la mirada.

Al saludar, con entusiasmo y agradecimiento, la iniciativa de los creadores de la nueva Revista de Hispanistas Escandinavos, ofrezco con gusto una breve definición personal de tres “palabras mayores” que, en mi opinión, figuran a veces en el primer plano, siempre en el trasfondo, del trabajo de los hispanistas de todo el mundo: identidad, cultura y mestizaje.

IDENTIDAD

La curiosidad de la Europa romántica, que hizo de España un objeto de atracción e interés intelectual, trazó una imagen de la cultura española pintoresca, deudora de Oriente y residente en la premodernidad.

Una España periférica, excéntrica y centrífuga adquiría en aquellos momentos gran valor para los literatos, artistas y pensadores “europeos” que buscaban una identidad para distinguirse de la clase industrial naciente y del trabajo fabril, repetitivo y degradante.


Por injusta que fuera, la “diferencia española” ha demostrado tener tanta energía que aún cabe encontrar ecos suyos en productos de la cultura de masas y en los tópicos a los que recurren, de tanto en tanto, los medios de comunicación europeos o norteamericanos para señalar el peculiar destino de nuestro país por mucho que nos hayamos modernizado.

El reconocimiento de una identidad compartida entre España y América Latina fue otro de los grandes impulsos del hispanismo (o hispanoamericanismo) desde que en las primeras décadas del siglo XX grandes figuras del pensamiento de las dos orillas del Atlántico cerraran el capítulo de desencuentro y rechazo que había corrido en paralelo con la independencia y creación de las naciones americanas.

Curiosamente, en la América Latina que se incorporaba se subrayaba una condición de lejano Occidente, es decir, periférico, excéntrico y premoderno.

Después de treinta años de globalización digital, vemos ahora apuntar un nuevo mapamundi de las culturas o de los espacios lingüístico-culturales y el iberoamericano da muestras de un vigor realmente extraordinario. Una evolución de mayor calado si se amplía el referente de los estudios a Estados Unidos y Brasil.

La identidad hispanoamericana que entra ahora en el campo de observación y estudio de los hispanistas, tiene una riqueza, un dinamismo y una potencialidad que la convierten, al menos en principio, en una de las hacedoras del diálogo cultural del siglo XXI.

CULTURA

Un nutrido grupo de intelectuales ha puesto el dedo en la llaga de una industria cultural que, espoleada por el mercantilismo y la degradación de las audiencias, parece dispuesta a aniquilar cualquier atisbo de esfuerzo, superación y excelencia tanto entre los creadores como en el entramado que los rodea.

La queja tiene una nítida genealogía; enlaza con la polémica de los apocalípticos e integrados ante la cultura de masas de los años 60, conduce a la denuncia de la industrialización de la cultura firmada por Adorno y Horkheimer en los años 40, liga con las advertencias de T.S Eliot y Ortega y Gasset, en los 20 y 30, y va saltando por las sucesivas proclamas surgidas en Europa y Estados Unidos durante la segunda mitad del XIX conforme se expandía el mercado cultural, se democratizaba el acceso a la cultura y se consolidaban las nuevas tecnologías culturales (desde el cromolito grabado al cine).

Evidentemente, también pone sobre la mesa de los hispanistas la relevancia de una dinámica que está afectando de manera sustantiva no sólo a la producción actual, y a la consideración de lo nuevo, sino a la manera en que las sociedades reciben el patrimonio y el modo en que se mantiene o interrumpe una tradición.

Para valorar este fenómeno, no obstante, conviene empezar por el principio, es decir, siendo conscientes de que la banalización es una más de las tendencias que recorren la cultura. De la media docena que se pueden distinguir (su valor como recurso, el predominio de la gestión, el cambio de papel del creador, la fuerza de lo narrativo, el poder de la imagen, la mezcla y la hibridación) me quedo con una que conecta con la identidad. Después de una primera fase de hegemonía e imposición de los modelos norteamericanos o anglosajones, la extensión de Internet y los crecientes mercados en Asia y América Latina, indican que se están abriendo paso más modelos culturales y que en pocos años habrá un pluralismo distinto a lo conocido hasta ahora.

La cultura hispanoamericana está llamada a ser uno de esos modelos.

MESTIZAJE

Con la aplicación que una pléyade de intelectuales latinoamericanos (Vasconcelos, Reyes, Ribeiro, Uslar Pietri, entre otros) hicieron del concepto “mestizaje” a la cultura hispanoamericana, durante los años 20, 30 y 40 del siglo pasado, quedó inaugurado para los hispanistas un nuevo enfoque en la consideración de los intercambios interoceánicos.


La dinámica propulsada por la globalización a partir de los años 80 ha dejado en América Latina una visión fructífera de la hibridación como vía de acceso a la modernidad entre antropólogos, sociólogos e historiadores de la cultura. Una manera de ver las cosas que tiene que ver con el factor geográfico y con el viaje de las formas y los modelos culturales pero también con la mezcla de disciplinas, formatos y lenguajes.

La influencia creciente de la cultura digital empuja ahora a ese mestizaje por caminos novedosos y muy fértiles en cuanto al papel del lector/espectador y las nuevas rutinas de la creación y la difusión.

El mestizaje digital viene a coincidir con una importancia creciente de las diásporas iberoamericanas y con la intensificación de movimientos migratorios internos al espacio iberoamericano.

Las identidades y las culturas están en el centro de ese nuevo mestizaje y ofrecen un campo de investigación y reflexión de gran riqueza para un hispanismo/hispanoamericanismo/iberoamericanismo cuya palabra será de gran ayuda en la definición de una nueva conciencia en los límites fluctuantes de un universo lingüístico-cultural que solo conserva la carga excéntrica como rasgo atávico del patrimonio. Ciertamente, no el más importante.

Joan M. Álvarez Valencia
Instituto Cervantes, Estocolmo.

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